Hace ya años que quería visitar la Gliptoteca de Copenhague, llamada la “Ny Carlsberg Glyptotek“ por el nombre de la cervecería, cuyo dueño, Carl Jacobsen (1842-1914), constituyó una colección de esculturas (gliptoteca: colección de piedras esculpidas), principalmente de época romana, de absoluto ensueño.
En 1906, a partir de esta colección privada, se inauguró la Gliptoteca de Copenhague, un museo público, ampliado en 1996, que cuenta además, entre otras cosas, con excelentes obras de los pintores realistas daneses del XIX, una amplísima muestra de obras de Gauguin y una nutrida colección de los vaciados en bronce de las bailarinas que Degas modeló en secreto durante años en arcilla o escayola.
Por fin pude visitarla hace unas semanas, tras un breve viaje que hicimos por la costa de Escania.
Después de estas nuevas entradas que, de nuevo, voy a dedicar desde hoy a las fisionomías, no sé si me quedará aliento para añadir algo a la selección que voy a ofreceros. Tomadlo como mi “vaciado” particular, en fotos, de los rostros de la colección de esculturas, en especial romanas, que nos mantuvieron en levitación durante la visita.
No sé cuál sería la sensación de los contemporáneos de su época ante aquellas fisionomías que, de los restos de pigmentos se deduce que estaban policromadas. ¿Se acercaba su aura, pero sin la vis trágica, a las obras de los imagineros barrocos españoles? ¿O, más bien, a las policromías italianas medievales y renacentistas, más serenas?
Difícil saberlo, pues las demostraciones pedagógicas que ofrece el museo de cómo pudo ser el policromado romano se parecen más bien al de las estatuas pías de los siglos XIX y XX en las parroquias católicas.
Creo que estos rostros en piedra desnuda nos invitan, mejor que cualquier busto coloreado, a un viaje al pasado y a un diálogo silencioso con sus protagonistas.
En este blog nos hemos ya asomado a la fascinación de los rostros antiguos de Roma en los museos vaticanos (Chiaramonti), nacionales romanos (palacios Altemps y Massimo) y museos Capitolinos, así como a los de época medieval y renacentista en Siena.
Ahora estamos más al norte, pero seguimos ensimismados por un tiempo en los vestigios de un sur mediterráneo que, desde el pasado más arcaico y las colonias griegas del Egeo hasta los retratos realistas del Imperio romano, se fue para mejor quedarse.
Esta primera entrada va dedicada en especial a la mujer romana, la matrona, la joven, la amazona o la diosa, y a los niños y jóvenes de entonces, eternizados en las salas de este soberbio museo de la capital de Dinamarca (con alguna excepción griega o moderna).
La mujer, los jóvenes, los niños y las diosas de Roma
Esta bella romana lo mismo podría estar a punto de decirnos algo halagador que a dirigirnos un comentario desdeñoso…
o esta señora a amonestarnos por no sabernos la lección…
Pero hay una que podría arrastrarnos al sueño y al olvido…
y la que nos abruma con sus reproches (seguramente merecidos)…
No obstante -¡qué ilusión!- esta gentil dama quiere concedernos el siguiente baile
Aunque nuestro gozo dura poco, pues la imperial Agripina nos ordena preparar la cena de su hermano… ¡Calígula!
Así que mejor no hacernos los remolones…
En cambio, la otra Agripina, la mujer de Claudio, pasa revista a la guardia pretoriana, con majestad y absoluto dominio de la escena…
Mas… ¡hete aquí que una dama de su corte no para de mirarnos y sonreírnos subrepticiamente!
Acabado nuestro horario de trabajo, nuestra suegra nos invita a una sencilla reunión familiar, sin que se note que ha ido a la peluquería (por cierto que aquí el escultor se lució con el trépano)…
Pero ¿qué hago yo ? ¡Se me ha colado aquí una invitada de Maillol!
En fin, no creo que esta joven catalana, que llega de otra sala del museo, desentone. A pesar de que su peinado art nouveau casaría más con una cena en la Barcelona de la belle époque…
Y esta diosa de la abundancia seguro que lo entiende…
¡Esto ya es demasiado! ¿En qué estoy yo pensando? ¿Qué hacen aquí estas jóvenes romanas del siglo XIX invitándonos a un vaso de Chianti? Me estoy equivocando de sala. Esta es una pintura de Wilhelm Marstrand (1810-1873)
Aunque si miro bien a la del vaso… ¡si es que sonríe como la diosa de la cabellera fructífera!
¡La verdad es que los siglos pasan pero las italianas permanecen!
Y, por si fuera poco, hay aquí un joven romano que podría ser incitado a beber demasiado. Si luego le para una patrulla dará positivo en el control de alcoholemia y perderá su licencia para conducir cuadrigas. Y la culpa será mía por mezclar peras con manzanas.
¡Además, qué mal ejemplo para estos chicos!
!En fin! ¡Que las diosas…
y las amazonas los amparen !
Pero ¿acaso se puede vetar un trago en un museo que lleva el nombre de Carlsberg?
